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Él es el que nos conforta en todos nuestros sufrimientos de manera que también nosotros podamos confortar a los que se hallan atribulados, gracias al consuelo que hemos recibido de Dios. Porque, si bien es cierto que como cristianos no nos faltan sufrimientos, no lo es menos que Cristo nos colma de consuelo. Si nos toca sufrir es para que redunde en consuelo y salvación vuestra; si recibimos consuelo, es para que también vosotros os animéis a soportar los mismos sufrimientos que nosotros soportamos.

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